Abril 2020

 

   Como expliqué al principio, mi matrimonio estaba en crisis. Una crisis terminal, quiero decir. Mi mujer y yo habíamos acordado separarnos, pero la cuarentena obligatoria nos sorprendió juntos aún, sin dar tiempo a que uno de los dos se mudara. Por lo cual yo tendí un colchón en mi estudio, dejándole el dormitorio a ella con la cama matrimonial… pero a veces teníamos sexo, menos por amor que por necesidad. Yo estaba pues una noche en mi estudio, repasando morosamente mi álbum privado de Facebook, donde guardo sus mejores fotos. Estaba todavía fantástica a sus 54 años… claro, había que dar con la foto adecuada, donde no se le notara tanto la edad. Pero con frecuencia aún salía fabulosa, pese a todo. ¿Y si…? No, estás loco, Teo. Tu mujer no. Bueno, ya casi no es mi mujer, me respondía una voz persuasiva. Pero no es joven, Juana de Arco tenía 18. Kristalía Morales la triplica en edad. ¿Y qué…? ¿Acaso muchos no gustan de las mujeres maduras? Bueno, sí, pero una leyenda debe ser joven. ¿Por qué? …

  Volví a mirar las fotos. Estaba endemoniadamente buena. Incluso en las últimas, que le saqué yo este mismo verano. ¿Y en las de Grecia, el año pasado? Ni hablar. Un minón, a condición de mostrar sólo sus mejores imágenes… pero esto vale para cualquier mujer, joven o no. Estaba casi decidido, pero aún me retenía un escrúpulo: ¿estaría ella de acuerdo en que yo use sus fotos? Y si ella no está de acuerdo ¿quién? Ninguna otra me daría permiso, como no fuese una actriz contratada. Y yo no quería eso. Recordé el carácter libre de Kristalía, su maravillosa manera de no escandalizarse por nada. Si no era ella mi Juana de Arco, no lo sería nadie. Así pues, decidí encarnar en ella la leyenda que habitaba mi imaginación, a riesgo de provocar su enojo.

 

   Miré la foto del perfil recientemente creado: me gustaba. Era una foto reciente, de apenas tres meses. A Kriss todavía le daba el cuero para atraer a los hombres, no cabían dudas… pero yo no me conformaba con presentar a una mujer linda. De entrada quise mostrarla agresiva con el macho. Por eso dediqué varias horas a la fotocomposición, a fin de mostrarla montando un caballito de palo. El resultado de mi intervención no era técnicamente perfecto, pero sí lo suficientemente bueno como para sentir el ahogo de ese palo atrapado entre sus piernas… y el caballito de juguete representaba al patriarcado, al cual mi heroína estaba decidida a domar.

   No quise cambiarle el nombre a Kristalía, su diminutivo iba bien con su personaje. Preferí omitir su apellido de soltera –Morales- para evitarle un problema laboral, y opté por el de casada, que no tiene valor legal alguno, y ella jamás usa. Así, de paso, me incluía en su personaje, del cual yo era el alma mater: Kriss Jaramillo, hermosa y letal a la vez, como una daga indonesia.

   En cuanto a la foto de portada, elegí una de hace unos ocho años, en blanco y negro. Ella aparecía de espaldas y volteando la cara de perfil, pero quien viese esas dos fotos no podría reconocerla aún, pues en la imagen anterior, aunque estaba de frente, usaba anteojos oscuros. Me dije: vamos despacio, no sé aún cómo ella reaccionará ante esto, voy a experimentar con desconocidos.

  Apenas publiqué las fotos empecé a recibir solicitudes de amistad y comentarios… todos hombres, claro, varios de ellos pertenecientes a las Fuerzas Armadas. Mejor, me dije. Si va a luchar contra ellos, prefiero que sean un ejército. “Gracias por aceptarme”, lanzaban algunos como globos de ensayo. Los ignoré, no me interesaba chatear con ellos. Tampoco subiría más fotos antes de que la directora de Open World aprobara este perfil.

   Envié un mensaje de Watsapp a Selena. “Protagonista del proyecto encontrada” La respuesta no se hizo esperar: “Ya era hora. Te tomaste tu buen tiempo para hallarla” “Sabés que tuve problemas de pareja este verano” “Lo sé, por eso la fundación te esperó tanto tiempo”. Selena se hacía la generosa, pero yo sabía que su paciencia conmigo era obligada, por haber aceptado mi proyecto George Soros en persona.

   “Quién es”. “Mi mujer, Kriss Jaramillo”. Silencio elocuente. Se podía sentir la tensión en la línea… “Es poco profesional. La fundación y la familia no se mezclan”. “Para esto necesito a alguien de plena confianza, una persona que yo conozca a fondo”. “¿Pero qué edad tiene tu mujer?” “54”. “No va alguien de esa edad”. “¿Porqué no?” Selena prefirió no explicar sus objeciones. “A ver sus fotos”, esto era ya una cortesía, previa al no definitivo. Le envié las de perfil y portada de la página de Facebook recién creada. “¿Son recientes?” “La de perfil es de este verano. La de portada tiene 8 años”. “Mostrame más”. Le envié varias de mi álbum favorito, unas veinte o treinta. “¿De verdad son fotos recientes? No me estarás macaneando?” “La mitad de las que ves son del último año. Fijate que en algunas estamos en Grecia, ¿te acordás que fui a mediados del año pasado?” “Sí… no está mal tu mujer”… “Pero el proyecto se dirige ante todo a la nueva generación, conviene alguien más joven”. “Selena… ¿vos sabés cuántos pibes mueren por las mujeres maduras? Y si ella puede con los machos novatos, sería un golazo” “En eso tenés razón” “Una top model de 20 manejando a un viejo no es victoria. Pero una de 54 domando a los jóvenes… ¡alquilarían balcones para verlo!”

   “Bueno, vos sos hombre, sabés mejor que yo lo que atrae a tu género”. “Así es, Selena. Confiá en mí” “Okey… aprobado”.

 

   A Selena ya la tenía en el bolsillo. Ahora faltaba Kriss… últimamente no me hablaba, lo cual hacía más difícil abordarla. Había que esperar la ocasión propicia… preferí encararla de mañana, ya que se trataba de un asunto laboral. Con el sol entrando por la ventana, ella estaba acomodando sus papeles frente a la notebook, después de ducharse. Ya no se ponía linda para mí, pero esa mañana tenía una teleconferencia con autoridades del Inadi, y se había puesto un conjunto negro ceñido que le quedaba espectacular. Pensar que esta mujer fue mía durante más de tres décadas… ahora la sentía muy lejana, inabordable. Como si fuese una belleza que pasa por la calle.

-Buen día. ¿A qué hora tenés la teleconferencia?

-A las diez y media.

-Son las diez… falta media hora todavía.

-Sí, pero quiero tener todo preparado. No me gusta improvisar a último momento.

   Siempre fue así. Obsesiva –yo solía decir “perseguida”- por sus obligaciones. Cambiarle las coordenadas y llevarla al terreno del sexo siempre requirió un acto de valor para mí, nuevo en cada oportunidad. Siempre hubo un momento de asombro, una mirada que significaba “¿estás loco, justo ahora se te ocurre?”, porque para ella casi no había momentos adecuados para eso, a excepción de algún aniversario o situación especial estilo crucero o vacaciones… y para mí, todo momento era bueno. Pero yo le cambiaba las coordenadas casi a diario, porque sabía que tras ese momento ella podía ser una mujer apasionada y maravillosa. Era el peaje que debía pagar para acceder a su faceta prohibida, un peaje que últimamente se había puesto demasiado caro, casi imposible de pagar.

-Hay tiempo entonces… necesito hablar con vos.

   Su gesto se endureció. Ya nunca tenía una sonrisa para mí.

-No es sobre nosotros, quedate tranquila. Ya no hay nada que hablar sobre eso.

   Hice una pausa, esperando tal vez que me contradiga, pero era una esperanza vana. Tomé aire y proseguí.

-¿Cuánto ganás en el Inadi?

-Limpios, unos 78 mil… ¿vas a pedirme plata?

   La agresividad ante todo. Pero yo no me inmuté, tenía los millones del viejo sapo detrás.

-La verdad, no ganás mucho.

-No necesito tu plata.

   Me reí mientras sacudía la cabeza. Ya nada le venía bien si venía de mí. Ni un mangazo, ni un regalo… pero ella no estaba preparada para lo que iba a oír.

-Decime ¿te interesaría un trabajo de medio tiempo en redes sociales, ganando un millón al mes?

   Sonrió incrédula.

-Como chiste me parece malo.

-¿Y si no fuera un chiste?

   Me miró a los ojos, cosa rara últimamente. En cuanto nuestras miradas se encontraron, volvió a establecerse la vieja comunicación entre nosotros, y supo que era cierto.

-¿Un millón limpio?

-Limpito y redondo.

-¿Quién lo paga?

-Yo. Manejo un presupuesto de casi diez millones de la fundación Open World para un proyecto del cual soy director.

-Qué importante suena. Pero si creés que podés comprarme con plata, estás equivocado.

-Mirá Kriss… no necesité plata para ganar tu amor durante toda una vida. Y si ahora tu amor se murió, es cosa tuya. El mío sigue vivo aún.

-No me des sermones, me aburrís.

-Guardate esos desplantes para tus seguidores… si te interesa el trabajo.

-¿En serio me estás ofreciendo un millón por mes para atender una red social?

-Por supuesto.

-¿Y qué tendría que hacer?

-Lo que mejor hacés últimamente. Basurear a los hombres…

-Vos me estás cargando.

-Para nada. Mirá, esta es la página de Facebook que acabo de crear para vos.

   Abrí la página y ella vio las dos fotos. No había nada más, excepto una serie de corazones bajo sus fotos y 25 solicitudes de amistad.

-¿Qué es ese caballito ridículo que me pusiste entre las piernas?

-El patriarcado.

   Sonrió divertida.

-¿Manejás diez millones para insertar en mis fotos estos diseños de cuarta con el Paint?

-Ajá.

-No te puedo creer… ¿y qué tendría que hacer yo?

-Chatear con tus seguidores, claro.

-¿Nada más?

-Por ahora, nada más.

-¿Y después?

-No sé. Veremos… quizá montar a alguno.

-Montar ¿en qué sentido?

-Subírtele al cuello a un seguidor, por ejemplo, y hacer ico caballito.

-Qué propuesta tan rara…

-Bueno, aceptás o no?

-Y la plata?

-A fin de mes te pago tu millón. Religiosamente.

   Kriss no tuvo mucho que pensar, evidentemente. Además del interés económico, mi propuesta la divertía. Le expliqué detenidamente los objetivos del proyecto para que supiera cómo encarar los chat con sus seguidores. Ella debía provocarlos al máximo para explorar sus reacciones. Yo la asistiría soplándole ideas y ayudándola a forjar su carácter virtual. No debía enternecerse con nadie, ni ser indulgente con los corazones rotos. Pero esto no hacía falta decírselo, ya se había vuelto una mujer muy dura conmigo. Yo sería su generador de historias, subiendo fotocomposiciones que ilustrarían su lucha contra el patriarcado. Ella debía interpretar mis metáforas visuales, encarnarlas en sus dichos y en su personalidad.

-Tu misión es acabar con la resistencia del macho a las nuevas políticas de género. Tenés que infiltrarte en los últimos reductos del machismo y destruirlos moralmente. Que sean como un equipo acostumbrado a perder y que se va a la B.

   Para mi grata sorpresa, Kriss encaró la tarea con un entusiasmo y una ligereza de ánimo desconocida en ella. Tuvo su teleconferencia del Inadi tras hablar conmigo –lucía radiante de felicidad-, se ocupó de algunas denuncias pendientes, y esa misma tarde, terminado su trabajo, se puso a chatear con sus seguidores. Yo quise espiar su chat, pero me lo prohibió.

-Estoy lanzada, no te metas.

   No la creía capaz de compenetrarse tanto con mi propuesta, pero aquí estaba, encerrada en su habitación y meta teclear. Me fui a dormir y a la mañana siguiente revisé su chat. Se sonrojó un poco, o eso me pareció. Empecé a leer y mis ojos se fueron abriendo de par en par. Con el primero que se trenzó en el Messenger ya saltó la chispa, como si hubiese electricidad:

 

Luis Alberto P.

23 ABR 2020 19:15

Ahora están conectados en Messenger.

23 ABR 2020 22:23

Luis Alberto P.

Gracias por aceptar mi solicitud

Kriss

Acá ando... embolada con la cuarentena!

Luis Alberto P.

Estamos iguales

Espero que pase pronto

Kriss

Se me ocurrió hacer un video erótico montando a mi marido.

Luis Alberto P.

Y mal no estaría, si lo hacés mandame.

Si tenés a alguien a quien montar jajja

Kriss

Claro que tengo... ¿pensás que me cuesta conseguirlo?

Luis Alberto P.

No claro que no

Kriss

Ah

Luis Alberto P.

Con el lomo que tenés

En la foto te ves muy linda

Kriss

Ya tengo 54... pero me conservo.

Luis Alberto P.

Ah bien

Una nena

Yo tengo 57

Kriss

La foto del perfil donde estoy con el caballito es de este verano.

Luis Alberto P.

La verdad tenés un culo maravilloso

Kriss

Las otras fotos tienen cinco o seis años... pero mi cuerpo no cambió.

Luis Alberto P.

Estás muy guapa

Kriss

Vos vivís en Las Toninas?

Luis Alberto P.

No en La Plata

Y vos?

Kriss

En Capital

Luis Alberto P.

Ah mirá

Kriss

Pero voy seguido a la costa

Me encanta la playa

Luis Alberto P.

Si a mí también

Recorrí toda la costa en moto

Kriss

Ahora no se puede salir ni a la esquina...

Luis Alberto P.

Y sí que va a hacer hay que aguantar

Aunque se pone pesado

Kriss

Sí, la única diversión está en internet.

Luis Alberto P.

Si seguro es lo único

Kriss

Por eso se me ocurrió hacer el video...

Luis Alberto P.

Está bueno

Como lo pensás

Kriss

Mejor que sea una sorpresa

Luis Alberto P.

Más intrigante

Kriss

En estos días voy a filmarlo

Luis Alberto P.

Y tu pareja está de acuerdo

Kriss

A él lo tengo domado.

Luis Alberto P.

Ah bien

Sos dominante

Manejas la situación

Kriss

Sí... un poquitín dominante.

Luis Alberto P.

Eso me gusta

Tomás la iniciativa

Kriss

A los hombres les gusta...

más de lo que quisieran admitir.

Luis Alberto P.

Yo lo admito

A mí me gusta

Que sea de carácter, no sumisa

Kriss

Para mí, el sexo es una pulseada donde se ve quién tiene más carácter.

Luis Alberto P.

Yo no lo veo así

Kriss

Yo sí. Fui feliz con tres pibes sin tocarlos ni que me toquen, sólo por ganarles un duelo de carácter.

Luis Alberto P.

No entiendo

Kriss

Sucedió en un viaje de egresados, yo doy clases de sociología en una secundaria. Y los pibes me eligieron como profesora acompañante.

Luis Alberto P.

Yo también te elegiría jajja

Kriss

Bueno, en el viaje a Bariloche había tres que estaban calientes conmigo, me tiraban piropos desde sus asientos en el fondo del micro. Yo no les daba bolilla.

Pusieron reguetón y empezaron a mandarme indirectas “Si la profe viene al fondo pierde la ropa”, decían. Uno ya me desafiaba: “No te animás a venir”.

Y meta sacudir las manos con el pulgar y el índice extendidos, como hacen los raperos. De hecho, usaban viseras y bermudas largas, tenían puesto todo el uniforme del delincuente.

Luis Alberto P.

¿Qué edad tenían?

Kriss

Vos sos policía no? 18 recién cumplidos todos.

 Luis Alberto P.

Seguí. Qué pasó?

 Kriss

Que yo me pudrí de sus indirectas y me fui al fondo

Luis Alberto P.

Noo… los retaste?

Kriss

No es mi estilo. Me saqué el jean y quedé en pulóver y tanga.

aLuis Alberto P.

Uy los pibes cómo estarían!!!

Kriss

Ni te quieras imaginar. Me recibieron como a una más de ellos, agitando las manos y apuntándome con el índice al estilo rapero. Pero por dentro yo creo que estaban asustados.

Les hice recostar sus asientos totalmente, era un coche cama. Y cuando estuvieron así, los tres acostados uno al lado del otro, yo me le subí arriba al que estaba en el medio, y me puse a contonearme al compás de la música, con mi cola a pocos centímetros de sus ojos.

Luis Alberto P.

Mmm le mostraste la cara de dios

Kriss

No lo dejé tocarme en ningún momento. Le bailaba sobre la cara suavecito suavecito, paseándole mi piel tersa a milímetros de sus labios.

Los de adelante se daban vuelta y se paraban a mirar, nadie se quería perder lo que pasaba. Empezaron a aplaudirnos y a gritar “eso! eso!”

Era un juego de provocación al límite, pero él no se atrevía a tocarme.

Luis Alberto P.

¿Y los otros dos qué hacían?

Kriss

Nos apuntaban haciendo los cuernos con el índice y el meñique… como si la nuestra fuese una danza sagrada, y ellos no pudiesen intervenir.

Luis Alberto P.

Se acabaron encima jajja

Se pajeaban

  Kriss

En ese momento no, aunque seguro lo hicieron después, recordando la escena.

Luis Alberto P.

Los dejaste locos jajja

Kriss

Cuando terminó la canción me levanté intacta y me calcé el jean. No volví a hablarles por el resto del viaje.

Luis Alberto P.

Que bueno los educaste

Eso te hace bien, está bien 

 

Levanté la mirada de la pantalla y me quedé pensativo…

-¿Fue ese viaje de egresados donde hubo una denuncia?

-La denuncia fue por drogas, nada que ver.

-Pero fue ese viaje.

-¿Y? Los egresados eran todos mayores de edad. No hubo contacto físico. Si alguno se sintió excitado fue cosa de él.

-Claro, vos no tuviste nada que ver…

-Bueno, qué te pareció el chat?

-Genial. Es justo lo que quiero de vos.

-Me alegro, porque no pienso cambiar mi estilo.

-Ni lo sueñes. Así vas perfecto.

   Abrí mi notebook y anoté en mi informe para la directora:

Chat con Luis Alberto P.

  La sujeto femenina impuso su discurso en todo momento. El interlocutor masculino se mostró sumiso y complaciente, evitando criticarla, incluso cuando ella le cuenta una actitud con la cual él presumiblemente no está de acuerdo. Al final del relato de la provocación a los estudiantes, el interlocutor masculino comenta: “Qué bueno los educaste. Eso te hace bien, está bien”.

   La sujeto femenina ha logrado la aprobación de su interlocutor, imponiendo de hecho su discurso feminista por sobre un hipotético discurso machista contradictorio, que no se expresa.

  En cuanto a la anécdota narrada con los egresados, constituye una prueba exitosa de carácter. La sujeto femenina se animó a ir al fondo del autobús cuando los machos novatos la desafiaron, en cambio éstos no se animaron a tocarla cuando ella los provocó.

 

  La página aún tenía pocos seguidores, por ser nueva. Acepté todas las solicitudes de amistad, comprobando que en su mayoría eran veteranos de Malvinas. Los hombres más aguerridos del país… valdría la pena conocer sus reacciones ante un discurso feminista radical. Stalckié a Luis Alberto P., para saber con quién se había trenzado Kriss en su primer chat. Parecía un policía, evidentemente. En los comentarios a una de sus fotos haciendo asado, vi que alguien lo llamaba “jefe”. Una alarma interior se prendió, y cuando el tratamiento jerárquico se repitió en otros comentarios, comprendí que se trataba de un comisario de la federal. Debía abandonar ese chat ya. Incluso pensé que era prudente eliminar esa amistad de su página, pero no quise hacerlo de manera inconsulta. Ahora esa página era de Kriss. Y nuestra colaboración era estrictamente profesional. Yo podía escribir posts breves, seleccionar sus fotos, generar historias visuales… pero el chat era suyo. Debía respetar eso.

   Redacté un post ideológico y lo publiqué: Al macho hay que domarlo, es una cuestión de supervivencia para nosotras. Sería interesante ver qué opinaban los muchachos de Malvinas al respecto. Luego seleccioné dos fotos de Kriss en la playa, una en Copacabana hace ya unos años, y otra en Grecia, el invierno pasado. Las fui publicando una por día, con la misma presentación provocativa: Se mira y no se toca…

   Los comentarios no se hicieron esperar. “Mmmm… hermosa” comentó Luis Alberto P. a la primera foto. El comisario quería morder. Este tipo es un peligro, pensé, en qué estoy metiendo a mi mujer. Acordate que ya no es tu mujer, respondió otra voz interior. Pero el instinto de protegerla aún estaba vivo dentro mío.

   El post ideológico cosechó seis “Me gusta”, un “Me asombra” y ninguna contestación crítica. Increíble. Tampoco nadie protestó por el Se mira y no se toca lanzado a modo de provocación junto a sus fotos sexys en la playa. Al contrario, parecía gustarles esa forma de presentarse. Escribí en mi informe a la directora:

Post ideológico y prohibiciones

   Los sujetos masculinos –pertenecientes a un colectivo de ex combatientes decididamente machista- no cuestionaron la afirmación de que el macho debe ser domado. Si bien esto se debe presumiblemente al deseo de mantener sus chances de ligar con la sujeto femenina, no deja de llamar la atención que una declaración insultante para el macho haya quedado sin respuesta. Ello demuestra que incluso en este guetto social, los valores del patriarcado están en decadencia.

   Las fotos provocativas tampoco fueron cuestionadas, incluso cosecharon decenas de corazones pese a ser presentadas como un cuerpo prohibido para los seguidores. Tal actitud indica la internalización de la prohibición de tocar, y su aceptación dentro del guetto social analizado.

 

   La cuarentena había sumido a la ciudad en una quietud de muerte. Yo salía a caminar por las mañanas, infringiendo el edicto policial, pues nunca me gustó ser una oveja. Entendía las razones del confinamiento, pero también entendía que en mis paseos solitarios por las calles desiertas no podía contagiarme, ni contagiar a nadie. Era una infracción inocua, no una irresponsabilidad. Yo no ponía en peligro a nadie. Y no hubiese soportado el encierro en casa durante meses, al fin y al cabo no había cometido ningún delito.

   Generalmente tomaba por avenida de Mayo hasta el bajo, a veces incluso me aventuraba hasta la costanera. Producía una sensación singular encontrarse completamente solo en Buenos Aires, la ciudad adquiría un aspecto vagamente amenazante con sus cúpulas y frontispicios silenciosos vigilando mis pasos. En cierta ocasión un policía me detuvo, pero yo tenía mi excusa ensayada: iba a vacunarme contra la gripe en la farmacia. No, las más cercanas a casa no tenían la vacuna, por eso me encontraba tan lejos de casa. Tras examinar mi documento me dejó ir.

   En la costanera, los camalotes habían formado una alfombra verde abigarrada y perfecta, todo residuo había sido removido por el pequeño catamarán municipal, que seguía cumpliendo su tarea en aquella soledad. Podía creer que me encontraba en los esteros del Iberá, incluso una cigüeña enorme pescaba orugas e insectos entre las plantas, hundiendo su pico en el agua. Casi parece un yavirú, pensé, uno de esos zancudos gigantes del Alto Paraná cuya altura alcanza 1,30m, similar a un muchachito de diez años. La torre de Puerto Madero donde se encontraban las oficinas de Open World asomaba en el horizonte, soñolienta al sol.

   Regresaba a casa atravesando avenidas y plazas extrañamente prolijas, cuyo césped parejo matizado por plantas con flores simétricas parecía un gráfico de los Sims. Nunca la ciudad había sido tan linda.

 

                                                     24 ABR 2020 11:26

Luis Alberto P.

Hola amiga

24 ABR 2020 14:42

Kriss

Estoy trabajando

24 ABR 2020 20:08

Luis Alberto respondió a tu historia

Hermosa cola

Luis Alberto P.

Te lamería entera

Kriss

¡Calentitos los panchos!

Luis Alberto P.

Te gusta provocar, parece

Kriss

Siiii... Yo acá provoco a los hombres, les muestro mi cuerpo y al mismo tiempo me burlo de ellos porque no pueden tocarme... y ninguno se enoja!

Luis Alberto P.

Y por qué se tendrían que enojar

Kriss

Lo hablamos con mis amigas, los hombres son muy pasivos.

No entiendo cómo pudieron dominar a la mujer tantos años.

Luis Alberto P.

Será que se dejaron hacerlo

Kriss

Sí, se dejaron. Pero no se van a dejar más.

Y va a ser duro para ustedes.

Luis Alberto P.

Te pregunto algo

Si puedo preguntar

 

 

   Yo estaba espiando el chat sin decírselo desde mi computadora y sentí que ese hombre era peligroso. Me levanté y fui a golpear la puerta de su habitación.

-Disculpame que te interrumpa, Kriss, necesito hablarte.

-Ahora estoy ocupada.

-Por favor, es importante.

  Abrió la puerta y se cruzó de brazos frente a mí sin decir palabra. Últimamente me ponía difícil hablar con ella.

-Ese hombre con el que venís chateando, Luis Alberto…

-¡Estás vigilando mi chat!

   Iba a cerrarme la puerta con violencia en la cara, pero yo puse el pie impidiéndolo. Casi me fractura el hueso.

-Esperá, oíme –abrí del todo la puerta-. ¡Es un comisario de la federal!

-¿Cómo lo sabés?

-Lo stalkié. Varios policías lo llaman “jefe”.

   Me miró fijo por algunos segundos… y me estalló una bofetada en la cara. No podía con su genio.

-¿Quién te dio permiso para espiar mi chat?

  Sentí arder mi mejilla, y al mismo tiempo una erección rebelde me levantó el pantalón.

-Sabés que yo entro a tu página para generar contenidos. Al fin y al cabo, yo la creé.

-Pero mi chat es mío, y vos no podés entrar cuando quieras a leerlo.

-¿Debo recordarte que tus chat son parte del proyecto?

-No, pero sólo podés leerlos después que la conversación terminó. Me pone nerviosa que me estés espiando mientras chateo con alguien.

-Ni que fuera tu novio…

   Antes de yo darme cuenta, sentí en mi mejilla estallar otra bofetada. Mi conciencia se anuló. La abracé y la levanté del suelo, dejándola pataleando en el aire.

-Soltame.

  Mantuve por unos segundos mi abrazo de oso, pero al final obedecí, dejándola resbalar hasta tocar el suelo. Temía no poder controlarme y cometer una barbaridad. Ella se apartó de mí y se sentó en la cama. Para mi sorpresa, empezó a quitarse la ropa: primero la chaqueta, luego el jean... únicamente se dejó una musculosa ajustada y una tanga negra que le queda fabulosa; pero se volvió a calzar las botitas de tacones altos. Con esa ropa estaba lista para el amor, y al mismo tiempo vestida, lista para rechazarme. Yo me quedé viéndola indeciso, sin comprender sus intenciones. ¿Quería tener sexo conmigo o me estaba provocando?

  Kriss se puso a probarse aros frente al espejo, ignorándome. Yo me le acerqué por detrás y le besé suavemente los hombros, como hacía el señor Adams con Morticia.

-Vos ya no tenés permiso de tocarme, sabés?

-Podemos hacer una excepción…

   La rodeé con mis brazos y acaricié sus nalgas maravillosas, pero ella se apartó decidida. Con sus tacones altos llegaba casi a mi altura. 

-Yo ya no soy tu mujer –dijo mirándome a los ojos.

-Todavía tengo la libretita roja.

-Tus derechos de marido se terminan cuando yo lo decido.

-¿Entonces...?

-Suplicámelo.

   Me puse de rodillas. Es lamentable el estatus del hombre en el siglo XXI.

-Te lo suplico –dije mientras le lamía las piernas como un esclavo.

-No.

-Por favor… -mi lengua recorría sus pantorrillas, sus muslos y –oh dioses del Olimpo- cuando ella se volteó, la cola entera.

   Se quedó un buen rato así, recibiendo mi homenaje, pero sin permitirme ir más allá.

-¿Qué más dice tu libretita roja?

-Esperá que la busco.

   Me fui al cajón de los documentos y la traje.

-Acá habla del débito conyugal. La esposa debe complacer a su marido.

-A ver…

   Kriss tomó la libreta y empezó a pasársela por las piernas hasta llegar a las nalgas, donde se la refregó como si fuese una esponja.

-Mirá lo que hago con tu libreta… ¡me paso tus derechos por el culo!

   Yo sentí una indignación cívica al oírla, pensé en la Declaración de los Derechos del Hombre, pensé en Rousseau, en Saint Simon, en Montesquieu… ¡a la mierda con todos!

-Vos ya no tenés ningún derecho sobre mí.

   Quedé azorado mirándola, sin atinar a nada.

-Pero yo sí tengo derecho sobre vos. Acostate ahí.

   Me hizo recostar en la cama y se me subió encima, apoyando sus nalgas sobre el bulto en mi pantalón. Me besó con pasión, metiéndome la lengua en la boca, y entre beso y beso se quedaba sonriendo, consciente de mi deseo… yo quise desnudarme, pero no me dejó. Puso su dedo sobre mis labios mientras susurraba “shhh”, indicando con eso que debía callarme y obedecer sin chistar. Luego se irguió y dándose vuelta, me apoyó el culo sobre la cara: mi nariz quedó hundida entre sus nalgas, y mi boca justo contra su sexo. Empezó a refregarse como una gata hasta revelarme su punto más sensible… entonces fue tirar lenguetazos, ya ciego por el deseo, y ella empezó a gozar, a vibrar, a saltar sobre mí. Todo lo que bajaba por su sexo lo tragué mientras ella cabalgaba hacia el éxtasis, olvidándome. Yo había sido anulado, sólo existía en función de ella… y la presión de sus muslos nerviosos, el ritmo lento de sus glúteos, la tensión de su cuerpo al experimentar el orgasmo absorbían por completo mi pensamiento, borrando mi ego del universo consciente. Y en esta nada encontraba mi nirvana.

 

-Ese tipo puede ser peligroso. Eliminalo de tus amistades.

-¿Quién, el comisario?

-Sí.

-No pasa nada… despreocupate.

-No te confíes tanto. Un comisario puede hacerte secuestrar y desaparecer.

-¿Te parece?

-Vivimos en la Argentina, no en Suiza.

   Manteníamos esta charla en la cama, después del amor. Ella feliz y relajada, yo sólo satisfecho a medias. Kriss me había hecho calentar al rojo vivo, y luego se había desentendido de mi necesidad. Pero yo ya estaba resignado a considerar mi felicidad sexual como algo perteneciente al pasado.

-No es prudente jugar al gato y al ratón con un comisario –insistí-. Puede meterte en un patrullero y violarte.

-Olvidate… yo puedo con él.

   Sacudí la cabeza, nada convencido. Si antes no me hacía caso, menos ahora… comprendí que debía dejarla hacer las cosas a su aire. A fin de cuentas, este era un proyecto feminista. Debía ser consecuente con mis principios y renunciar a sobreprotegerla o darle órdenes.

 

25 ABR 2020 14:53

Luis Alberto P.

Hola

Kriss

Hola

Luis Alberto P.

Como estas

Kriss

Bien, y vos?

Luis Alberto P.

Bien tranquilo gracias

Kriss

Querías preguntarme algo

Luis Alberto P.

Por qué tanta agresión a los hombres no te gustan, te pregunto con todo respeto

Kriss

Me gustan... para agredirlos. Lo siento, soy así.

Luis Alberto P.

Sos lesbiana?

Kriss

Noooooo

Luis Alberto P.

No te han tratado bien

O algún problema de chica tal vez con todo respeto

Kriss

Prefiero no hablar de eso.

Luis Alberto P.

Ah bien, por que no todos somos iguales

Kriss

Es cierto, me ha quedado un deseo de venganza contra los hombres.

Luis Alberto P.

Pero te gustan

Kriss

Me gusta humillarlos... disfruto haciéndolo.

Creo que soy sádica. Un poco.

Luis Alberto P.

Si se nota

Pero a muchos les gusta eso

Te gusta pegar

Kriss

Yo entiendo que no es lindo que te humillen.

Pero cuando una belleza lo hace, a muchos les gusta.

Y hablando de esto, tengo un proyecto para cuando termine la cuarentena. Es un video.

Luis Alberto P.

A ver contame

Kriss

Todavía no tengo al partenaire..

Luis Alberto P.

Así como tiene que ser

Kriss

No puede ser mi marido, porque el papel es muy humillante.

Y él es el padre de mis hijos.

Luis Alberto P.

Ah bien

Y como sería la trama o el guión

Kriss

Yo actúo en escenarios reales.

No me gusta la ficción.

Si voy a humillar a alguien, tiene que ser de verdad.

La idea es salir a pasear por la plaza...

Con un perro.

O mejor dicho, un varón que se deje poner la correa en el cuello, y camine al lado mío a cuatro patas.

La gente lo tiene que ver.

Van a murmurar, algunos se van a reír.

Otros van a señalarnos con el dedo...

Pero nadie se va a animar a intervenir.

Luis Alberto P.

Me parece que te han echo mucho daño, que has sufrido mucho

Kriss

Yo paseo con mi "perro", doy una vuelta entera a la plaza.

Sería al anochecer, con poca gente en la plaza.

Pero gente tiene que haber.

El tipo tendría que ponerse rodilleras.

Si no, se va a pelar todas las rodillas.

Yo iría de minishort y botas con tacones.

Luis Alberto P.

Te amo hecho sentir de esa forma

Kriss

No entendí lo que querés decirme.

Luis Alberto P.

Alguien te ha echo sufrir mucho, te hizo sentir muy mal

Kriss

Okey, eso no importa ya.

Yo soy como soy.

Luis Alberto P.

Si seguro

Pero tal vez si lo contaras te sentirías mejor

Kriss

No quieras ser mi sicólogo

¿Se te escapó un "te amo"?

Eso dirían los sicólogos que es un acto fallido.

Luis Alberto P.

El corrector del teléfono jajja, y lejos de ser sicólogo

Solo pensé que triste es sentirse mal y resentido. Con todo respeto

Kriss

Bueno, el video terminaría conmigo y el "perro" metidos en algún lugar de la plaza donde haya bastante vegetación. Yo me saco el minishort y quedo en tanga, el "perro" me olisquea la cola, como suelen hacer los perros de verdad.

Y ahí yo lo tumbo y le salto sobre la cara, y lo hago chuparme la concha un rato largo.

Luis Alberto P.

Y te la pone como perrito

Kriss

No, no lo dejo.

Yo le acabo sobre la cara, y él se la tiene que bancar.

Humillación total.

Luis Alberto P.

No sé si es tanta humillación te la chupo

Kriss

Te animarías a hacer ese papel?

Luis Alberto P.

Y si jajjs

Pero no me humillarías, me divertiría.

Tal vez no te sirva como para humillar soy muy divertido jajja

Kriss

Ya vas a ver qué divertido cuando todos se caguen de risa al verte a cuatro patas.

Podría ser en Barrancas de Belgrano...

Ahí hay una parte con arbustos y árboles que rodean una estatua de la Libertad mini, es el lugar perfecto.

Pero oíme bien: sólo podés chuparme, nada de querer ponerla. Voy a estar con mi amigo camarógrafo, es gay pero hace pesas, él te va a poner en tu lugar si te desubicás.

Luis Alberto P.

Vos pensás que me harías humillar así

Kriss

No me importa si vos pensás que es Carnaval. Lo cierto es que vas a caminar a cuatro patas al lado mío, y yo te voy a llevar con una correa. Eso no se olvida.

Luis Alberto P.

Ponele que aceptara yo llevaría tbien cámaras para que se viera lo real

Kriss

No. Sólo mi cámara.

El video no podría verlo cualquiera.

Luis Alberto P.

O por un contrato para que no se distorsionara

Kriss

Lo pondría como "privado" en You Tube, así nadie más lo puede reproducir ni copiar.

Sería de circulación restringida.

No público.

Sólo puede reproducirlo la persona a quien yo le mando el link.

Si esa persona quiere mandarle el link a otro no puede.

Luis Alberto P.

Te gusta que te la chupen

Kriss

Me encanta!!!

Es lo que más me gusta del sexo.

Luis Alberto P.

Tenés que probar primero solos después vídeo

Kriss

Tiene que ser un varón, y si es un poco feo, mejor. Con todo respeto.

Luis Alberto P.

A mí me gusta hacerlo y soy feo

Kriss

No hay prueba previa. Preparate para ese día, me la vas a chupar en la plaza, acostado debajo mío, por lo menos media hora, hasta que yo acabe.

Ultimamente me cuesta un rato acabar, ya no soy ninguna piba.

De más joven podía acabar tres o cuatro veces en media hora.

Pero los años pasan factura...

Mándame fotos así puedo verte

Kriss

Querés más fotos que las que hay en la página?

Luis Alberto P.

Si mejores qué se te vea bien

Sin filtro y de cerca

Kriss

A propósito no puse fotos donde se vea bien mi cara. Soy funcionaria pública, y no quiero que anden dando vueltas por ahí.

Luis Alberto P.

Estamos en privado

Así nos vamos conociendo

Kriss

Mirá Luis: no me pongas condiciones. Si no te gusto cuando me veas personalmente, simplemente te vas.

Tu única posibilidad de tener algo con una mina como yo es aceptar hacer de perro, y lamerme la cola delante de una cámara. ¿Entendés?

Luis Alberto P.

No te enojes

No son condiciones son sugerencia

Kriss

Te aclaré de entrada que esto no va a ser fácil para vos, si aceptás hacerlo. Será una humillación en serio.

No lo verán tu círculo de amistades.

El video privado de You Tube es seguro, porque sólo puede reproducirlo aquel a quien yo se lo envío

Y no puede pasárselo a nadie. El link reenviado no funciona.

Tenés todo el resto de la cuarentena para pensarlo. No te obligo a nada.

Luis Alberto P.

Pensás que soy el ideal para hacerlo

Kriss

Eso no lo sé yo, lo sabrás vos.

Tiene que ser alguien a quien le apasione chupar un buen culo, y no le importe nada.

Luis Alberto P.

Ah bien califico jajja

Lo voy a pensar

Si me expongo por algo que valga la pena

y se pueda disfrutar la humillación

Kriss

Yo también lo pensaré, en este tiempo de cuarentena chatearé con otros candidatos.

Que sigas bien.

 

 

  No voy a negar que me puse nervioso al leer este chat. Kriss estaba jugando con fuego… el tipo podía obsesionarse con ella, un tipo armado, con medios para hacerla secuestrar…

  Por otra parte, no dejaba de admirar la forma como lo había puesto entre la espada y la pared. El comisario se iba a pasar el resto de la cuarentena evaluando si valía la pena humillarse en público para llegar a tener algo con la mujer que empezaba a obsesionarlo. Caminar como un perro por la calle, sujetado con una correa por una desconocida… no es algo de que enorgullecerse. ¿Y si lo veían sus subalternos, aquellos que lo llamaban “jefe”? Nadie puede estar seguro de quién termina viendo un video de YouTube… Tomé el cuaderno y escribí en mi informe:

Chat con Luis Alberto P. (II)

La sujeto femenina ha llevado al interlocutor masculino a un dilema existencial: placer sexual o dignidad. Lo más notable es que el placer sexual ofrecido no es completo, y aún así el macho considera seriamente arriesgar su dignidad y todo su prestigio social para obtener el placer acotado que le ofrece la sujeto. El solo hecho de que esta propuesta no haya sido rechazada de plano por el interlocutor, demuestra que el macho humano no se diferencia tanto de ciertos insectos y arácnidos cuyo macho se dirige ciegamente a la cópula, a sabiendas que la hembra le arrancará y le devorará la cabeza. Este instinto ciego es muy difícil de dominar para el hombre, y constituye una ventaja decisiva para la mujer en su trato con él.










 

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